martes, 29 de septiembre de 2009

Ironman Florida 2004


IRONMAN FLORIDA – Un recuento

6 de noviembre del 2004

PANAMA CITY BEACH, FLORIDA

La vida es un equilibrio. Todo se mueve en completa sintonía y sincronía, y los ciclos de la vida se cumplen.


La semana comenzó muy temprano… un feriado inesperado de cinco días en Guayaquil, donde pudimos entrenar sin mucha presión los días de ansiedad previos a una competencia tan desconocida.


El viaje estuvo bastante bien, salvo un par de sobresaltos atípicos. El primero ocurrió al estar sentados en la puerta D34 en el aeropuerto de Miami, esperando conexión a Atlanta y luego a Panama City. Por estar entretenidos en la conversación, se cerró el vuelo en la puerta D33, a pocos metros de nuestro lugar de tertulia. Aparentemente cambiaron de puerta el vuelo pero nunca oimos los anuncios. Paola, Lorena y yo no pudimos esgrimir argumento alguno que logre convencer a las personas del counter. La manga de acceso al avión se había retirado, la puerta del avión se había cerrado, no había nada que hacer... Nuestras bicicletas, las maletas y demás, estaban en el avión. Era un vuelo de las 6pm, conectando el último vuelo a Panama City desde Atlanta; toda una novatada. Estábamos parados frente a un descalabro logístico en medio de una impotencia total.


Para una travesía tan larga - 3,800 metros en el agua, 180 kilómetros en bicicleta, y 42.2 de atletismo - la preparación mental y física debe comenzar con muchas semanas de anticipación. Había entrenado un total aproximado de trescientos treinta y cinco horas en veinticuatro semanas. Medio año de entrenamiento físico y mental con miras a un gran día. Creo que lo que nos diferencia a algunos deportistas de otros es la capacidad de definir que el placer está en el viaje y no solamente en el destino. Si un deportista no disfruta del entrenamiento puede encontrarse con una gran decepción luego de una competencia que no cumplió sus expectativas. Fueron madrugadas de mucho sacrificio, cinco y media la hora de inicio de las jornadas ciclísticas y de atletismo. Tres días a la semana, almuerzos de barras de energía y proteína en el carro, tras sesiones de una hora y más de natación, y fines de semana de bricks o bloques de ciclismo y atletismo que llegaron a ser de hasta siete horas en la bicicleta y luego bajarse a correr una hora. Fueron muchas botellas de agua, Gatorade, mezclas de proteína, latas de atún, multivitamínicos, pastillas de vitamina C, incontables noches que debían comenzar más temprano pero que siempre fueron cortas. Se hizo un excelente trabajo de entrenamiento. Mentalmente estaba fuerte. Físicamente había hecho las tareas.


Gracias a un pasajero que quizo bajarse del avión por una aparente demora esperada en el decolaje que lo haría perder una conexión, nos dijeron las personas del counter que creían poder ayudarnos. Fue obra Divina. El avión abrió sus puertas y se maniobró la manga de acceso con nosotros a bordo para saltar al avión y escuchar a la azafata decirnos que nos sentemos donde queramos. Fue una suerte única.


En Panama City llegamos a un hotel a cinco millas del centro de actividades, de donde iba a partir la carrera en pocos días más. Llegamos miércoles tarde en la noche. Siguiente sobresalto ocurrió cuando llegamos a Atlanta y conectamos hacia Panama City en Delta airlines. Era un avión bi-motor, de hélice, lleno de triatletas. Todos ibamos rumbo al Ironman. De repente, pude ver por la ventana del avión alrededor de doce cajas de bicicletas alineadas junto al avión. Las posibilidades que se embarquen en ese vuelo eran pocas o nulas. No llegaron las bicicletas sino hasta el día siguiente, que nos las dejaron en el hotel.


Andrea Cartagena Flores y en algún lugar de su genealogía... Arroyo del Río... es como nos dijo mi mami Andreita que se llamaba. Hija de un buen hombre y una buena mujer, muy pobres, que vivieron en Cayambe. Hermana casi última de un número de hermanos mayor al que las posibilidades debían alcanzar, la Andreita fue a vivir con la señora Abigaíl, quien la crió desde muy temprana edad. Seguramente -no tengo muy clara la película, la Andreita debe haber trabajado para ella, y siempre se expresa con gratitud acerca de su niñez. Quedó huérfana pronto... la señora Abigaíl no “le enseño la letra”... mi mami Andreita es la analfabeta más culta y letrada del mundo.


También es la mujer más buena del mundo. Chiquita de tamaño, pero inmensa de corazón, Andreita ha estado junto a mi desde que nací, y por lo tanto la conozco más de treinta y tres años, de los cuales guardo siempre los mejores recuerdos. Inclusive cuando nos decía a mi hermano Diego y a mi que la íbamos “a matar de colerín” y terminaba llorando de tantas malacrianzas nuestras, propias de una niñez sana. Somos su familia, somos sus hijos. Por más que a veces no parezca, ha sido compañera fiel e incondicional de mi mami. Han estado juntas en las buenas, y en las no tan buenas... ha sufrido el divorcio, la ida a estudiar de los hijos, ha celebrado los logros, los títulos universitarios, los noviazgos, los matrimonios, y los nietos, como una más de la familia. En mi familia siempre hubo dos mamás... la mami María, y la mami Andreita -quizás por eso fue más fácil que en otros casos cuando mi padre se fue de la casa en el verano de 1990, en Washington. Ahí también estuvo la Andreita.


Debíamos entrenar algo... pasó el día demasiado rápido. Fuimos con Esteban a recorrer parte de la ruta de bicicleta, y nos apuramos a inscribirnos. Finalmente cedí ante la sesuda y lógica recomendación de Paola y Lorena de alquilar un carro porque de otra forma la movilización local hubiera sido simplemente absurda. Lo hicimos. Esto ya era jueves, 4 pm. Había fluido alguna dosis innecesaria de preocupación y estrés hasta ver las cajas y poder armar los caballitos de ruedas. Todo llegó bien, excepto un par de piezas que al armarlas en mi bicicleta me di cuenta que necesitaban cambio urgente. Primero, el perno de seguridad del poste estaba aislado, y no podía ajustarlo más... había como girarlo para sacarlo, pero una vez afuera el perno, era imposible volverlo a enroscar. No estaba seguro si estaba bien empernado. La pieza más importante de la bicicleta, la que soporta el motor, es el sillín, y en mi bicicleta el perno estaba aislado. Fuimos inmediatamente, en el carro alquilado, =), al taller de bicicletas dentro del complejo Ironman en el hotel anfitrión, Boardwalk Beach Resort. Conocí y me hice amigo con mucha facilidad, de Richie, un joven de Pittsburgh, de 26 años, considerado por muchos como el mejor mecánico de bicicletas de los Estados Unidos. Viéndolo trabajar, no estuvo muy lejos de ser verdad. Un perfeccionista al máximo, con un vaso de Sam Adams en una mano, y en la otra una venda porque se había cortado hace algunas horas, encontró algunas otras fallas que me dijo “era imposible que no me las arregle”... claro está, me facturó $5 por la mano de obra, y $10 en repuestos. Es de imaginarse que estuvimos conversando como 2 horas en un ambiente de camaradería agradable. Aprendí mucho de su destreza y algunos tips me sirvieron para la carrera dos días después.


Minutos después salimos en busca de un Publix, supermercado para comprar yogures, bagels, algo de fruta, leche, jugo, etc., para tener en el hotel. Paola preguntó a un lugareño donde quedaba el Publix, y al hacer un viraje forzado a la izquierda infringí la ley, justo en las narices de un policía. Solo porque el de arriba ya estaba pendiente de nosotros luego de las dos metidas de pata anteriores, logramos que el policía me deje ir, y deje de pensar que tenía que ir a la cárcel por manejar con licencias “falsificadas”. Vio las licencias de Ecuador de Paola y Lorena y concluyó que era posible que sean verdaderas, pero su impotencia de no poder darme una multa seguramente lo aturdía... una más de la que nos salvamos.


Me parece que fue en enero o febrero de este año, 2004. La llamada fue de mi ñaña Sole. Andreita tuvo que ser internada en el hospital porque tenía un dolor muy fuerte en su espalda. Los exámenes clínicos y químicos, análisis, radiografías, y demás, señalaron lo peor: un tumor grande en uno de los pulmones. Es un cancer en etapa avanzada. Fue devastador, y me acuerdo estar en mi oficina, sentado, mirando la pared detrás de mi pantalla de computador, con los ojos mojados. Se nos va la Andreita.


El viernes salimos con Esteban y Lorena a nadar, pedalear y correr un poco. Una mini-triatlón para asegurarnos que las piezas de la bicicleta, así como las de carne y hueso, estén funcionando como debían. El agua estaba terriblemente movida. Olas de 4 pies no estaban en los planes ni en la descripción de la carrera en el internet... ¡Devuélvanme mi dinero!, pensé. Luego de la carrera supimos que un competidor fue homenajeado por tres grandes atletas que corrieron en relevo en honor a él, quien se ahogó temprano en la semana mientras entrenaba para el gran día. El día también pasó muy rápido, y recuerdo haber entregado las bicicletas y fundas de transición hasta las 4pm. Luego fuimos a comer tipo 5pm a un lugar de pasta, y al hotel. Los nervios comenzaban a invadirnos, y sentía que el tiempo se escapaba como agua entre las manos. Imposible detenerlo. Ya quería que comience todo.


No dormí muy bien la noche anterior. Estuve hasta muy tarde en mi rutina de armar los paquetitos de nutrición para la bicicleta: alrededor de 435 kilocalorías por hora, en una mezcla muy disciplinada de barras de carbohidratos, gummy bears, fruta deshidratada, gels de energía, bebida de electrolitos, mezcla de recuperación en dos botellas, pastillas de sal... siempre soy lento en esto. Una filmación mía seguramente mostraría un tipo dándose las vueltas llevando pastillitas de una en una hasta el otro lado de la habitación, pasando primero por el baño, viendo algo de televisión, en la forma más ineficiente y payasezca que alguien pudiese imaginar. Hay mucho que mejorar en este campo.


Mi ñaña Sole también es una maravilla de mujer. Desde aquella llamada telefónica de comienzos de año, ha sido ella el timonel de este viaje triste de buscar que las cosas sean más fáciles para mi mami Andreita. Sabíamos que todos teníamos que apoyar para alivianar el peso de la enfermedad en la economía de mi mami María, quién también ha sido soporte invalorable para la Andreita. Con la Sole construimos una hoja electrónica que mostraba los gastos y su financiamiento por parte de los hermanos. Pero la principal gestora de la calidad de vida de mi mami Andreita en sus últimos meses es sin duda mi ñaña Sole. Y por eso siempre tendrá una bendición de arriba. La dulzura y don de gentes, así como su sensibilidad desbordante, permitió que su empleador Banco Solidario comprenda cien por ciento la situación y pueda dedicar una importante porción de su día a preocuparse de llevar, traer, administrar el cancer de mi mami Andreita.


No quería dormirme todavía... sabía que una vez que cerrara los ojos me embarcaba en un viaje que no terminaría en muchas horas... todavía no termina el viaje. La alarma sonó a las 4:15 am, sábado 6 de noviembre. No había tiempo que perder. Nos encontraríamos a las 5am en el hotel de Esteban para ir juntos a la partida. Paola y María Meche también se quedarían con nosotros hasta que salgamos del agua y partamos en la bicicleta.


Todo pasó muy rápido. De repente me vi en mi bicicleta, en la zona de transición, poniendo mis 3,000 kilocalorías en la cajita Bento Box que va sobre el tubo superior... luego estuve parado junto a la bicicleta de Lorena junto a ella y a Esteban, y al otro lado de la barricada estaban Paola y María Meche, y recuerdo una foto que nos tomó un señor. Pronto estuve poniéndome mi wetsuit, traje de neopreno con el que se nada en aguas frías... en los altoparlantes oía que la temperatura del agua estaba en 74 grados farenheit. La zona de transición cerraba a las 6:30 am, y todos teníamos que estar fuera de ella, ya listos para la partida de los competidores élite, diez para las siete.


Mientras caminábamos hacia la playa, los pies helados por el concreto y la arena fría, vimos a Esteban que buscaba a las esposas para entregar su bolso. Dos mil ciento cincuenta competidores caminabamos hacia la zona de partida, pasábamos por el primer control electrónico de tiempo en la alfombra para activar el sensor personal, y nos ubicábamos a lo largo de la playa. Pensaba en muchas cosas, pero cada vez en menos, y sentía como mi mente lograba aislar los sonidos externos, la luz, el sol, y pude encontrar un momento de paz interior casi completa. Cerré los ojos, y recé a mi Dios... yo nunca pido nada cuando voy a competir... tan solo agradezco. Tengo el firme convencimiento de que si me comunico con mi Ser Supremo para pedir algo, debería ser por las grandes desgracias mundiales, las hambrunas, las injusticias, hijos abandonados y maltratados, drogas, y demás amenazas de la humanidad. No me parece justo pedir para que me vaya bien en una competencia. Tan solo agradecí el poder estar ahí parado, junto a toda una cantidad de gente que comulgabamos una pasión común, con un objetivo muy lejano en distancia, pero muy cercano en corazón. Como bien lo dijo una competidora luego en el video de recuento de Ironman Florida, estabamos parados frente a un spiritual journey, a un viaje espiritual. Y me di cuenta que soy un soul athlete.


La he visto poco desde comienzos de año. Me prometí organizar mi trabajo para ir a Quito al menos una vez cada mes y ver a mi mami Andreita. No lo he logrado – fracasé en esto. Me impresionó mucho ver a mi mami Andreita calva, gracias a los venenos de la quimioterapia. Ella siempre lucía un cabello negro, largo, hasta la cintura, atrenzado y con un lazo al final. Nunca nos dejaba tocar su trenza porque el pelo “era celoso” y se caía. Han sido meses de intenso entrenamiento mental y físico alimentados por el ejemplo de cómo Andreita ha tomado su enfermedad. Es impresionante la fortaleza física y espiritual de la Andre, quien ha soportado pinchazos de drenaje de agua en sus pulmones, medicinas altamente tóxicas, y seguramente dolores que en mi vida me he imaginado posibles. Esa es la verdadera prueba de fortaleza mental y física.


Cantamos el himno a los Estados Unidos. Escuché al hombre de la voz que faltaban 4 minutos para arrancar, añadiendo también que nunca había visto una partida tan ancha, ocupando tanto espacio de playa. A las 7 en punto sonó un balazo sordo y profundo, y comenzó el trote hacia el agua. Me di cuenta en ese momento, que estaba arrancando en el centro geométrico de la masa, lateralmente hablando. Es decir, seguramente había mil personas a mi izquierda y mil a mi derecha. Geométricamente voy a explicar mi problema. La masa avanza convergentemente hacia un mismo punto, la boya de viraje en un trazado rectangular en el mar del golfo, al que había que darle dos vueltas. Conforme avanza la masa la tendencia es hacia formar un triángulo pero obviamente quienes estuvimos en el centro recibimos fuerzas convergentes de los dos lados. En buen romance, era un sardinero, una matanza. Al minuto de competencia, cuando ya estuve haciendo delfines para entrar mientras había piso, recibí un puñetazo de atrás hacia delante, de un competidor de mi derecha, que me desprendió el lente derecho, con la suerte de que estuvo sostenido por el gorro de natación y no lo perdí... ajusté la tira de caucho y me lo ajusté de nuevo... fue una suerte más.


Mentalmente estuve listo para soportar diez o quince minutos de patadas, brazazos, puñetes, talonazos en la cabeza, y demás; la lógica fue pensar que luego que cada nadador vaya encontrando su velocidad se disciparía la masa. Pero nunca pude nadar más de diez brazadas sin golpear o ser golpeado. Por suerte el mar amaneció calmadito, como que el de arriba se apiadó y sostuvo vientos y nubes para Ironman Florida. Cielo celeste, y el sol naciente a la izquierda completa, se hacía difícil respirar hacia la izquierda al alejarse de la playa.


También se le hace cada vez más difícil respirar a mi mami Andreita. Pero mi carrera dura poco. Ella es tan fuerte que está peleando por vivir bien sus últimos días. Lecciones que debo aprender son entre muchas, la forma como enfrenta problemas la Andreita. Es una maestra en manejos de crisis. Ha recibido su enfermedad con mucha valentía, y nunca se ha dejado ir. Ha soportado como mujer de hierro su injusto destino. Los primeros tratamientos, dolorosos y traumáticos, permitieron reducir el tamaño del tumor.


Ironman: Anything is Possible... es el slogan de la carrera. Todo era posible menos que se disperse el sardinero. Que manera de dar golpe de estos gringos. Sin embargo, logré salir de la primera vuelta en un tiempo poco menos a 31 minutos. Pese al tumulto, había podido nadar en un buen tiempo, y esperaba mejorar la segunda vuelta para acercarme lo más posible a la una hora de tiempo de agua. En entrenamiento lo había hecho en 1:06 en piscina, sin wetsuit; el agua salada y el traje de neopreno debían permitirme acercarme al menos a 1:02. Estaba en buen camino. Pero nada es gratis en la vida. Mi ritmo cardíaco estaba bastante más elevado de lo normal, y debía conservar energía para el resto del día... esto recién comenzaba. La segunda vuelta la nadé igual con golpes y agravios, pero me dosifiqué un poco más, nadándola en 33 minutos, para un total de 1:04 en el agua. No estaba mal, pero estaba feliz de haberla terminado.


La transición siempre es un problema que debo mejorar. Siete minutos en correr hacia las fundas numeradas, vestirme con casco, medias, zapatos de ciclismo, gafas, algo de vaselina y demás, y correr hacia mi bici, hasta cruzar la alfombra que da inicio al tiempo de bici – son siete minutos los que me demoré. Tenía una estrategia de nutrición muy bien estructurada, pero creo que demasiado compleja. Me di cuenta que había hecho un buen papel en el agua cuando de repente me comenzaron a pasar muchísimas bicicletas. No fue un mal tiempo de bicicleta, en total fueron 5 horas 44 minutos, unos cuatro minutos sobre el tiempo esperado.


Al kilómetro noventa, me seguían pasando bicicletas, pero ahí me di cuenta que estuve listo mentalmente. Mi carrera, es mi carrera. No estoy compitiendo contra nadie. No estoy aquí para bajar marcas, ni para demostrar nada a nadie. Es un viaje espiritual. Definitivamente lo era. Estuve con cabeza fría, mirando siempre mi contador de cadencia, siempre entre 85 y 90 revoluciones por minuto, y el velocímetro manteniendo velocidades promedio de 31.5 kilómetros por hora. Era suficiente para llegar bien, entero, fuerte, y con ganas de correr la maratón luego de recorrer un largo tramo de pavimento. He madurado, pensé. Nunca me salí de mi cabeza fría, nunca me dejé afectar por las bicicletas que pasaban. Mucha lectura sobre el tema apunta consensualmente a que uno de los mayores errores en una carrera Ironman es ir demasiado rápido en la bicicleta y bajarse “sin piernas” a correr una maratón. Siempre estuvo esto en mi cabeza, y comencé a pensar “nos vemos en la T2” a cada persona que me pasaba... la T2 es la transición bicicleta – correr... la T1 fue la natación – bicicleta.


El tumor no se ha reducido. Al contrario, aumentó de tamaño, nos dijo mi ñaña Sole en estos últimos días. No más tratamiento de quimioterapia, aparentemente. Sino tan solo drenaje de líquido de los pulmones para que pueda respirar bien, y medicina para el dolor. Esto fue la coraza final de mi entrenamiento mental y espiritual. Mi mami Andreita había luchado contra el cancer casi el mismo tiempo que yo entrenado para esta carrera. La diferencia es que el cancer parece que lleva las de ganar.


Llegué super bien... faltando 3 millas para terminar la bicicleta cambié al plato chico de la bicicleta y comencé a rotar. Sabía que quizás perdería un minuto aproximadamente pero necesitaba llegar con piernas frescas para la maratón. “Todo comienza en la T2”... mi primera conclusión del Ironman... estaba convencido de que iba a correr una tremenda maratón. Estaba listo y dispuesto a correrla en 3 horas 30 minutos. Entré como un loco, y la gente cansada en la zona de transición se ponía sus zapatos. Debo haber parecido un loco, mientras me cambiaba a medias secas, ponía los zapatos, y el cinturón Fuel Belt donde llevaría mis mezclas líquidas con las que había entrenado. Todo estaba perfecto. Comencé la carrera a las 7 horas 1 minuto. Calculé que podría terminar en 10 horas 31 minutos, o algo parecido. Pero todo estaba tan lejano todavía...


O quizás no…lo único que le importa ahora a mi mami Andreita es dejar todas sus propiedades en regla a nombre de sus sobrinos. Toda una vida trabajada, con suerte también porque en nosotros encontró a su familia. Sus bienes: un terreno, dos casitas en Uptown Cayambe. Su familia de sangre: una hermana mayor que ella, inválida desde hace mucho tiempo, sobrinas maltradas y ya difuntas, víctimas de la pobreza, del maltrato de sus maridos, quienes ahogaban sus frustraciones y la falta de oportunidades en el vicio más vil, y alcoholizados se dedicaron al maltrato y al mal ejemplo. Sobrinos también borrachos, padres y madres de familia antes de cumplir la edad legal de ciudadanía... Es a ellos a quienes dejará sus bienes, pero su preocupación es dejar todo saneado, legalizado, notarizado. Y claro, mi ñaña Sole está apersonada del tema como siempre.


El paso estaba espectacular. Sentía que volaba. Conté cadencia y estaba perfecto, en 90 pasos por minuto – tal como reza la filosofía (porque eso es lo que es), del Chi Running... la aprendí a la fuerza luego del paredazo de Boston en abril de este año. La ruta era dos veces una ruta de ida y vuelta, y cuando regresé para completar la primera mitad, vi a Paola y María Meche haciéndome barras, gritando, y grabando con una filmadora. Ya mis sentidos externos estaban tergiverzados. Solo interiormente estaba absolutamente en un lugar privilegiado que nunca antes había visitado. Veía mi reloj, más de 9 horas de competencia y seguía fuerte. Esto trasciende lo físico, trasciende lo mental... es un asunto espiritual.


No sé cuándo la vaya a ver de nuevo. Espero pronto, quizás la próxima semana. Regresaba fuerte de espíritu, de mente, y ya no de cuerpo. Mis piernas estaban estropeadas por el concreto. Pensé por primera vez afuera de mis límites y recordé los tiempos de mi amigo Pablo Campana, el mejor tiempo de Ironman del Ecuador hasta ese momento, 11 horas 20 minutos. Le rendí respeto mentalmente, ciertamente el también hizo un tremendo esfuerzo físico. Faltaba poco. Sabía que con holgura rompería la barrera de 11 horas. Nunca caminé en ninguna estación de agua, siempre agarré Gatorade, agua y cola sin gas al vuelo... pasé a muchísima gente. Me crucé con Lorena y con Esteban, vi que venían muy bien y me tranquilizó mucho. Oscureció, y tuve que ponerme las gafas sobre la gorra. Logré también aislar de mi estado anímico y mental la situación de la Andreita. Pude abstraerme por un buen momento. Pensé en la Andreita en la recta final. No dejé que me afecte. Oí ya la música de la llegada. Siendo un tipo super musical, no recuerdo qué canción tocaban cuando me acercaba a la cinta. Oí que la voz decía “Gustavo ..... from Ecuador, YOU ARE AN IRONMAN”... no quiero que termine... no quiero que se vaya la Andreita... nadie quiere esto. Es doloroso.... pero llega a su fin.


Esta carrera, este esfuerzo, este triunfo, se lo dedico completo a mi mami Andreita – A nadie más.


Paola y mis tres inspiraciones, Gusi, Santi y Sergio son motores de mi vida. Y mis amigos, Lorena y Esteban sobretodo que fueron compañeros de entrenamiento, hicieron que esta experiencia pueda llegar a su fin ordenada y metódicamente.


Lorena hizo un tiempazo, bajando más de dos horas al único tiempo de mujer Ironman de Ecuador. Esteban bajó su tiempo anterior por más de una hora. Yo crucé la meta en 10 horas 49 minutos... pero pude haberlo hecho más rápido.


GD

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